miércoles, 3 de diciembre de 2014

PROCLAMA DEL MOVIMIENTO UNITARIO POR EL RESCATE DE LA UES

Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida
en que sean capaces de conquistar a las masas”
Fidel Castro


Oscar A. Fernández O.

Es necesario reiterarlo y demostrarlo: la Universidad de El Salvador (UES) asume su compromiso histórico con la cultura, con la educación y con la construcción de la democracia popular y la cultura de la libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad. Es necesario recordarlo y demostrarlo: la Universidad pertenece al pueblo salvadoreño, la Universidad Nacional es un bien de todos y todas las salvadoreñas; la Universidad debe trabajar para el pueblo y su razón de ser es el pueblo.
La Universidad es el más valioso patrimonio cultural, el más digno de los afanes colectivos, el más sensible de los esfuerzos del valiente, noble y trágicamente mal tratado pueblo salvadoreño.
Los derechos constitucionales que definen la autonomía universitaria nos hacen doblemente responsables: de un lado, somos responsables de un honrado y escrupuloso ejercicio de los recursos públicos; del otro, somos responsables de un esfuerzo creciente por educar y formar ciudadanos comprometidos con la convivencia democrática, el desarrollo social, la solidaridad y con la equidad en el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones, para que prevalezca la razón y la justicia sobre cualquier otra cosa.
Tarea social por excelencia, la formación científica de la juventud, está presente en los medios y los fines de nuestra Alma Mater. No podemos ser ni existir sino para corresponder a las expectativas de profundidad académica que nos exige el desarrollo científico humanista de la sociedad.
La Universidad de El Salvador tiene una historia cultural y educativa que ha enriquecido la vida social, política y económica de la nación. Nos antecede una variada voluntad de cultura, una rica expresión artística, una diversidad de ideas y un empeño permanente por transformar la vida en común, desde una perspectiva histórica y social.
Lamentablemente todo esto fue arrasado por la irracionalidad de las dictaduras militares y la insensibilidad arrogante e intolerante de un modelo económico oligárquico productor de pobreza y atraso social, que golpea como nunca los cimientos de esta vilipendiada nación salvadoreña, frente a la impavidez cómplice de muchos que sirven a ese poder. Declarados enemigos de la Universidad y del conocimiento científico, han bloqueado su desarrollo, sumiéndola en el estancamiento, con intenciones de apropiársela para convertirla en una cantera de mano obra calificada, que apuntale su derruido proyecto político.
Nosotros, hijos de esta Universidad, también tenemos una cuota importante de negligencia en la deshonrosa situación que atraviesa nuestra madre casa de estudios, pues hemos permitido que en su seno campee la mediocridad, el oportunismo y la prevalencia en muchos casos, de los más aberrantes propósitos egoístas.
Sin embargo, la mayoría de estudiantes, profesionales, académicos, trabajadores y profesionales que hoy acudimos al llamado de la Alma Mater, seguimos formando parte de la actitud universitaria que a través de décadas antepuso la razón a la barbarie, las ideas a las armas, el diálogo al silencio, el conocimiento a la ignorancia y la resistencia crítica a cualquier forma de determinismo cultural o político, pero que también luchó a la par del pueblo, cuando tuvo que hacerlo. Por eso es menester recordar también, en nombre del avance cualitativo histórico de esta Universidad, a todos sus hijos e hijas que dieron la vida por la libertad del pueblo
Con esta misma convicción debemos construir la nueva era de la Universidad; orgullosamente pertenecemos a una comunidad universitaria capaz de afrontar el reto de fortalecer el liderazgo político y cultural de nuestra Educación y los cambios fundamentales que necesita este país.
Nos honra ser parte de una aspiración histórica largamente pensada y pacientemente edificada. Ha llegado el tiempo de mirar el porvenir. Hoy tenemos la responsabilidad urgente de reflexionar sobre la Universidad del Siglo XXI; es decir, sobre la Universidad que nos demanda la necesidad de construir una sociedad verdaderamente democrática y el desarrollo del pueblo, eneste tiempo.
Debemos agradecer, a quienes dirigieron nuestra alma Mater en tiempos pasados y gloriosos, y a quienes rescataron a la Universidad de las garras de la dictadura militar, sosteniendo y desarrollando su espíritu académico y lucha social en el seno mismo de una guerra civil sangrienta que se libraba contra los opresores del pueblo; a los insignes maestros que arriesgando sus vidas lograron desarrollar promociones de profesionales en la que se llamó la Universidad en el exilio, como símbolo de la resistencia valiente a la dictadura de turno que intentó destruir la Universidad.
En la cercanía, a quienes lograron abrir de nuevo las puertas del campus universitario después de la guerra levantando de las cenizas a la Universidad.
Nos enorgullece reconocer en especial a los célebres ex rectores, Félix Ulloa (Rector mártir, asesinado por la dictadura), Fabio Castillo (QEPD), Rafael Menjivar (QEPD), Luis Argueta Antillón, Dr. Benjamín López Guillen, Dra. María Isabel Rodríguez e Ingeniero Rufino Antonio Quezada Sánchez, a quienes hemos tenido el honor de conocer, colaborarles y compartirles nuestras ideas. Gracias en nombre de todas las generaciones de universitarios, por su esfuerzo y sus luces.
La brevedad no nos permite mencionar otros nombres de hombres y mujeres extraordinarios que siempre han luchado, en cualquier circunstancia, por una Universidad cualitativamente mejor en todos los aspectos. Vaya entonces nuestro reconocimiento merecido.
En general, debemos agradecer también, a quienes fundaron la Universidad de El Salvador, a quienes lograron la autonomía y ganaron el cogobierno, a quienes abrieron las ventanas para que entrase el viento fresco del conocimiento universal, a quienes han conseguido los espacios de dignidad para que miles de jóvenes reciban un legado de dignidad educativa.
Especial y efusivo reconocimiento hemos de expresar para nuestros hermanos y hermanas universitarias que incluso entregando su vida, lucharon por la libertad de nuestro pueblo, pariendo las ideas más diáfanas, humanísticas y revolucionarias que marcaron el rumbo en las distintas etapas de la lucha popular. No podemos menos que inmortalizar también, la memoria de cientos de nobles universitarios y universitarias que fueron masacrados por las salvajes dictaduras militares.¡Loor y eterna gloria a nuestros compañeros y compañeras caídos en la lucha!
La Universidad es la más importante fuente de formación ética de la sociedad. Como organismo público autónomo, satisface su misión de pugnar por la igualdad de todos ante la cultura.
Y es que creemos en la fuerza de las palabras, de las ideas y de los conceptos por encima de la fuerza irracional de las armas y los dogmas; creemos en la fuerza creadora del significado por encima de las desmesuras del poder; creemos en la fuerza de la reflexión humanista por encima de cualquier fanatismo político, religioso o moral; creemos en el análisis y la comprobación por encima de la aceptación obediente de consignas. Somos enteramente críticos frente a los hechos, por más obvios que parezcan.
Creemos, en suma, en una Universidad que albergue el pensamiento plural y democrático y lo ofrezca generosamente a la comunidad.
Esta es nuestra tarea: pensar, ayudar a pensar, educar en la razón y en la libertad, imbuir el espíritu de honradez intelectual, crear y recrear expresiones de cultura, formar personas éticamente responsables y lograr que la educación sea el medio por excelencia para la edificación de una sociedad democrática y humanista.
No son pocos ni menores los problemas que gravitan sobre la enseñanza pública y sobre la UES. Junto a las dificultades propias de una globalidad económica y cultural que avasalla los espacios locales y nacionales, también afrontamos incomprensión, recelo, suspicacia y temor.
Para dar respuesta, es preciso formar una comunidad universitaria sólida y solidaria; es preciso fortalecer la presencia de esta comunidad académica en la sociedad, en las instituciones públicas y privadas, pero particularmente es de primer orden que la docencia, la extensión y la investigación correspondan con el desarrollo social necesario para el país.
La defensa de la Universidad Pública, no ha de ser una argumentación aislada, una reiteración de frases hechas, sino un sistema bien ordenado de razones y argumentos basados en la seriedad académica, en el pensamiento político de avanzada, en la calidad de alumnos, maestros e investigadores, y en los valores que tiene una educación emancipadora.
Sobre todo en épocas de crisis e incertidumbre, no hay mejor inversión que la destinada a la educación. Por tanto, la defensa responsable de la Universidad es la defensa de la civilización y la cultura, la defensa de la democracia popular y sus valores, particularmente el diálogo, la tolerancia, la igualdad y la participación.
Nuestra propuesta general es que consolidemos la presencia de la comunidad universitaria en el desarrollo cultural y social del Estado salvadoreño que en esencia debe ser el pueblo organizado; que la fortalezcamos mediante la generación de conocimientos, prácticas y valores que hagan de la cultura un bien público.
Necesitamos reiterar el proyecto de una Universidad socialmente pertinente, financieramente viable y públicamente responsable.
Tenemos, en primer lugar, un compromiso con la educación científica. Comprender los fines, definir los medios, manejar adecuadamente los recursos y rendir cuentas al pueblo, son los conceptos que delimitan nuestra responsabilidad.
El liderazgo de la autoridad universitaria propiciará el entusiasmo por la enseñanza y el aprendizaje, por la investigación compartida, por la extensión del conocimiento, por la difusión de la pluralidad cultural.
Tenemos desde luego un compromiso con la gestión de recursos para que la Universidad cumpla dignamente con sus fines y garantice la satisfacción de sus obligaciones laborales.
En este sentido, es preciso responder con una administración ordenada y transparente; es preciso revisar la estructura administrativa y las funciones, adecuar los espacios, erradicar inercias, deshacer burocratismos y desmantelar prácticas arbitrarias; es preciso renovar el espíritu de comunidad, mover las voluntades dispersas y articularlas en torno de grandes objetivos, despertar el gusto por la lectura, la seriedad de la investigación, el hábito del diálogo y el debate; promover la acción política y motivar la generosidad del conocimiento, haciendo de la Universidad una Institución abierta al tiempo y al mundo.
Tenemos un compromiso con las reformas políticas y sociales del Estado, en especial con aquellas que refuercen la distribución equitativa de recursos y un nuevo marco de relaciones entre la sociedad y las instituciones públicas.
Tenemos un compromiso en materia de planeación, vigilancia y evaluación del desarrollo integral del Estado. Es mucho lo que la Universidad puede aportar en la determinación de prioridades y en los modos de atenderlas.
Nuestra convocatoria es que iniciemos una reflexión sobre la Universidad Públicapara una nueva sociedad democrática; una reflexión sobre la presencia que ella debe tener en un mundo abierto, complejo e incierto; una reflexión sobre el potencial que tiene la ciencia, el arte y la educación en la construcción de una sociedad menos injusta.
El desafío humanista de la Universidad es el liderazgo de la inteligencia de una sociedad en movimiento.
Asumamos en primer lugar el compromiso de la congruencia. Si pretendemos ser la conciencia ética de la sociedad, antes debemos ser la conciencia crítica de nosotros mismos. No hay crítica donde no hay autocrítica.
La sucesión rectoral ha sido el resultado de un proceso democrático de amplia participación. Hemos dado ejemplo de civilidad, propuesta y respeto. Ello nos hace más responsables. Ahora debemos elegir, seleccionar y evaluar los asuntos universitarios, de acordar cambios internas de fondo y de definir el perfil de Universidad que nos demanda el desarrollo cultural necesario para construir un nuevo El Salvador.
Tenemos la responsabilidad de ampliar la oferta y cobertura educativas, pero no tenemos derecho a crecer en detrimento de la congruencia y de la razón.
Tenemos la responsabilidad de afrontar el problema del financiamiento. Resulta impostergable el aumento en la cobertura de las becas estudiantiles; es preciso definir las garantías de estabilidad laboral y satisfacción de los derechos de pensión y jubilación, de los docentes y demás trabajadores, pero también es imprescindible garantizar el futuro económico de la Institución y el ingreso de las nuevas generaciones de aspirantes, a quienes hemos de formar adecuadamente.
No podemos postergar la solución de la viabilidad financiera de la Universidad. La inversión para la cultura, la educación y el desarrollo de la ciencia no puede seguir siendo mermada a riesgo de que sigamos encarcelados en el ostracismo y la mediocridad.
Tenemos el compromiso de ampliar los espacios y dignificar las condiciones de nuestros programas educativos y culturales, pero conviene que la presencia de la Universidad en todo el territorio nacional, sea el resultado de un amplio ejercicio de reflexión, planeación y pertinencia.
En esta virtud, la vitalidad universitaria se orientará a respaldar los mejores proyectos de investigación, a apoyar los esfuerzos de creación artística, a estimular el talento y la perseverancia, a privilegiar los méritos y a reforzar la vinculación de la Universidad con los problemas políticos, económicos y sociales de nuestro entorno.
La autonomía nos otorga un conjunto de derechos y nos impone a la vez un conjunto de obligaciones. Las libertades de cátedra y de gobierno no son privilegios, son responsabilidades. Los recursos que ejercemos son públicos y por tanto debemos administrarlos con honradez y transparencia. La rendición de cuentas deberá ser una práctica permanente.
El liderazgo democrático que debe ofrecerse tiene la obligación de tender puentes con las instituciones públicas. No nos interesa vencer sino convencer. Tenemos la certeza de que la educación universitaria es la aliada natural de los gobiernos democráticos. Sin una educación pública exigente, el Estado camina a ciegas y la sociedad transita hacia ninguna parte.
Así como el Estado debe ser el espacio donde cabemos todos, el sitio natural donde las personas libres aprendemos a convivir, así la Universidad es el espacio que ilustra la convivencia y da razón acreditada sobre las cosas del mundo.
Los fines de la Universidad son sin duda los fines más significativos de un Estado de justicia y de una sociedad democrática. La Universidad necesita el respaldo de ambos. Estado y Sociedad adquieren su más genuina legitimidad si hacen de su Universidad el espacio de humanismo y cultura de mayor prestigio público.
Necesitamos, al efecto, nuevas plazas de tiempo completo; nuestros profesores requieren estabilidad, formación profesional permanente y profunda, un sistema de becas e incentivos, la formalización institucional de los investigadores y el respaldo a sus trabajos. Junto a lo anterior, la investigación de alta calidad nos exige no sólo el respaldo económico sino el aprecio público al talento y la creatividad.
Es urgente fortalecer los cuerpos académicos y fomentar la vinculación interdisciplinaria de los proyectos, particularmente aquellos que apuntan a resolver problemas del desarrollo social en comunidades marginadas y los que se propongan la comprensión de los problemas políticos, económicos y sociales. La investigación científica constituye una función esencial del quehacer universitario. Es prioritario definir reglas específicas para la investigación y para los investigadores, definir objetos de estudio y vincularlos con las grandes prioridades del desarrollo del pueblo.
La avenencia democrática es el principio que rige el compromiso de mantener las cuotas bajas de los alumnos, de terminar con los pagos diferenciados y de respaldar la movilidad de los jóvenes. Es indispensable, en consecuencia, apoyar las iniciativas estudiantiles en materia política, cultural, deportiva, de servicio social y de participación en proyectos de investigación.
La vinculación de estudiantes y egresados con el trabajo es una responsabilidad institucional que estamos obligados a atender. Es cierto, la precariedad del empleo y la injusta distribución de los recursos son realidades que analizamos, explicamos y criticamos; pero no son pretextos para que la Universidad no explore los distintos modos como alumnos y profesionales pueden incorporarse al empleo, a la producción y a la dirigencia de actividades políticas, económicas y culturales del Estado y del país.
La extensión es la comunicación real, concreta, factible y efectiva de los proyectos universitarios con las expectativas culturales de la comunidad. La extensión debe llevar el conocimiento, la investigación científica y la reflexión política humanista a los espacios donde la sociedad demanda respaldo, asesoría, cultura, arte y ciencia. La inteligencia universitaria lo es realmente si trasciende el aula, el cubículo, el laboratorio,y es entregada a quienes en última instancia hacen posible la existencia de nuestra Alma Mater, el pueblo salvadoreño.
Educar en la verdad y en el honor mantiene la energía humanista de educar en igualdad y libertad, y para la igualdad, la solidaridad y la libertad de los pueblos
Nos corresponde pensar. Esto es lo que nos define. En cada espacio y momento de la Universidad viven la razón, la crítica, el cuestionamiento, la reflexión y la honorabilidad del pensamiento que escudriña, examina y verifica. Este es el más formidable de nuestros desafíos: ejercer el liderazgo académico y cultural de una sociedad democrática en un nuevo contexto mundial y nacional.
Ante la incertidumbre que provocan las nuevas realidades del mundo y del país, la respuesta universitaria reafirma su vocación de pugnar en todo caso por la humanización de la política, de la economía y de la sociedad. La ética es su estandarte.
Como sitio de honor del pensamiento humanista, la Universidad tiene el enorme reto de alzar la voz contra la injusticia, de abrir las puertas de la razón para combatir la sinrazón, para desentrañar la superstición, para denunciar el poder autoritario y cualquier forma de discriminación.
A la Universidad le corresponde brindar servicios académicos y formar mujeres y hombres libres que sean capaces de gestionar su propio bienestar espiritual y material, el de sus familias, y de enriquecer la vida colectiva con soluciones que al mismo tiempo sean realistas e imaginativas. Nos corresponde en lo cotidiano ganarnos el derecho de pertenecer a una comunidad cultural y científica de honorable historia.
Finalmente, nos corresponde el deber de satisfacer el derecho social a la educación y a la cultura, para una sociedad verdaderamente democrática, en la que prevalezcan los derechos del pueblo y desaparezcan los poderes fácticos supeditándose al Estado, es decir al poder del pueblo, el cual es inalienable, intransferible e insustituible.



No hay comentarios:

Publicar un comentario