A
la memoria de nuestro hermano y camarada Jorge Sol Pérez,
incansable
combatiente de las ideas marxistas revolucionarias,
que
falleció soñando con un mundo mejor.
¡Hasta
la victoria siempre!
Óscar
A. Fernández O.
Partamos de un
hecho indubitado y demostrado en la práctica, con el neoliberalismo
no termina la historia como quieren hacernos creer, el reto y la
posibilidad del cambio para mejorar oportuna y dinámicamente, está
en el esfuerzo y la inteligencia del pueblo que es quién determina
su futuro, en compañía de sus liderazgos más capaces, eficientes y
probos.
La izquierda
revolucionaria en el gobierno no deberá cometer el usual error de
creer que cambiando la forma de gobernar ya no quedará nada más que
hacer que administrar lo hecho. No debe apuntarse a ningún “estado
permanente”,
ni tampoco a un equilibrio alguno que pueda ser temporal, pues con
seguridad éste será interrumpido por la energía y la dinámica que
caracteriza a la historia de los pueblos. Por lo tanto, el término
“sostenibilidad”
debe
ser rechazado en el sentido de permanencia, lo mismo que cualquier
majadería acerca del “fin
de la historia”.
Para que la
sociedad salvadoreña cambie, a pesar de haberse convertido en una
sociedad autodestructiva, inducida por una oligarquía neofascista y
sus testaferros políticos, aprendices de brujo mal educados, es
necesario hacer cambios radicales de realidades y valores
profundamente arraigados, como son los hábitos conformistas y
obedientes que aceptan y creen necesitar el poder de las clases
dominantes como una consecuencia natural del orden establecido. La
experiencia de los campos de exterminio nazis durante la Segunda
Guerra Mundial lo demostró. La melancolía por los dictadores y las
manos duras para “portarnos bien”, también confirma la simpatía
hacia la necesidad de que existan verdugos.
Estos son
ejemplos relativamente simples del gran conjunto de rasgos y patrones
que tienen que ser modificados, diseñando y practicando nuevas y
eficaces formas de liderazgo y gobierno, que constituyan elementos
importantes del proceso de liberación de nuestro pueblo, si la
izquierda socialista desea aumentar las posibilidades y las
probabilidades de liderar la construcción a corto, mediano y largo
plazo, de un Estado que sustente el progreso, revisando desde luego
la idea misma de “progreso”.
El rediseño
de la gobernación no es más que una medida transitoria, mientras no
se produzca el salto cualitativo en nuestra sociedad. Pero mejores
potenciales de gobierno pueden reducir las causas y los efectos de la
tragedia de nuestro pueblo, perfeccionando la raison
d’humanite (la
razón humana del Estado) que ha de ser la lógica en una nueva
visión, de modo que en una primera instancia se evite la catástrofe
hacia la que nos lleva un modelo económico que ya no funciona más y
que por terquedad y arrogancia, siguen imponiendo improvisadamente
los delegados del poder fáctico. Hasta dónde sea posible, debemos
impulsar continuamente el desarrollo del pueblo y no primordialmente
el del mercado, sin menospreciar la importancia y el rol de este
último con objetiva ponderación.
Adelantos
significativos en la capacidad de gobernar han tenido lugar en la
historia de la humanidad, como sucedió en la Grecia clásica, con la
idea de que la política es un dominio reconocido de la vida humana,
susceptible a ser deliberadamente definido y sometido por los
poderes. “Bien
puede argumentarse que la teoría política nace
y
renace
en
tiempos de crisis culturales; que su razón de ser es la
reconstrucción del discurso político y de la vida”
sostiene J. Peter Euben (1994)
La cultura
política salvadoreña y su dinámica, personificada claramente en la
mayoría de los liderazgos políticos tradicionales, sin duda
plantean a cualquiera, serios problemas en la capacidad de gobernar.
Tales problemas suelen ser descritos en términos de “gobernabilidad”
–por lo general en la forma negativa de “ingobernabilidad”-
cuyo uso y abuso se ha extendido, y en la mayoría de veces, tales
términos son empleados para esconder la discapacidad de gobernar. La
legitimidad del Estado y la autoridad pública son aceptadas a
regañadientes y la autoridad es minada por la desmitificación y por
el creciente cinismo y desconfianza con que se mira a los políticos.
En tanto, los medios de comunicación de masas se han convertido en
poderosas empresas privadas que generan gran impacto y convierten
cada vez más la política en un circo, en una oscura campaña de
despolitización de las masas.
En nuestro
ámbito, ya la política se basa cada menos en la ideología y la
mayoría de partidos proponen políticas similares en la mayor parte
de los asuntos e incluso cuando la competencia electoral lleva a los
candidatos a enfatizar diferencias de opinión, la falta de opciones
conocidas y realistas en numerosas cuestiones ha apagado el fuego del
debate ideológico político serio y profundo, que en realidad
establece la diferencia fundamental de la política y la forma de
gobernar. La política ha sido “despolitizada”, como producto de
la implantación de la ideología posmoderna y el pensamiento único,
que niega todos los valores y preceptos del iluminismo y decreta que
ya no hay historia.
El FMLN debe
definirse claramente frente al modelo económico rampante que
muestra, a pesar de su fracaso, claros dogmas de fe incuestionables,
con los cual los derechistas neoliberales imponen su poder
antidemocrático creando valores consumistas y nihilistas, que
derivan en el fanatismo autoritario y la fractura de la sociedad. En
este contexto negativo debe entenderse que los cambios oportunos que
marquen la diferencia sustancial, el despertar de las organizaciones
populares, los avances en la educación y la concienciación política
de las masas, los nuevos tipos de valores humanistas, no violentos y
solidarios, son de urgente necesidad.
Todo ello sólo
puede ser factible en tanto se construye a mediano y largo plazo un
país diferente con derechos igualitarios, libertades y necesidades
elementales subsanadas. No hay garantía de que esto camine sobre
rieles, al contrario, el horizonte anuncia tormentas y por eso lo más
decisivo es la calidad de las elites que gobiernan, puesto que son
éstas las que toman la mayor parte de las decisiones que afectan la
vida de los salvadoreños.
Debemos
empeñar todos nuestros esfuerzos a fortalecer la organización de
las masas, mientras nos dedicamos al aprendizaje y a la reflexión
seria, rodeándonos de los mejores hombres y mujeres, los más
calificados, animándolos a luchar junto a nosotros. Son necesarias
con urgencia, ideas innovadoras de rediseño que sustentadas en la
seriedad, la responsabilidad y la probidad, perfeccionen la capacidad
crítica para gobernar. Pero, lo que más se necesita son cerebros
creativos de alto nivel, todo lo cual en definitiva es lo que llamo
el pluralismo social-cultural, junto al compromiso con la
construcción y perfeccionamiento de un Estado fuerte y democrático,
fundamentado en los derechos del pueblo.
Facultar
a las personas es esencial para reforzar las capacidades democráticas
de gobierno, pero si no se incrementa la comprensión popular de los
complejos temas públicos y su relación con la solidaridad humana,
la democracia se tornará una ficción o fracasará estrepitosamente
en sus cometidos.
No
se puede depender de la sociedad de la información para la creación
automática de un público ilustrado -hay indicios para pensar todo
lo contrario-, por lo que habrá que esforzarse en educar a la gente
y promover una mayor identificación con la humanidad en su conjunto.
Entre otras cosas, esto significa que los políticos deberían
intentar explicar los grandes temas legislativos y admitir que en
muchas ocasiones no saben qué medidas adoptar. Habría que incitar a
los canales de televisión para que presentaran temas complejos y
controvertidos de un modo comprensible e interesante. Las escuelas y
universidades tendrían que incluir en sus planes de estudio cursos
que abarcaran el debate nacional y las perspectivas integrales.
Debemos
lograr la coherencia política, barriendo los personalismos y los
protagonismos, procurando una nueva confluencia con las masas, para
crear una convergencia popular que aspira a un contexto de mayor
democracia y defiendan en masa codo con codo, la construcción de un
contrapoder hegemónico, que necesitamos para levantar un nuevo
Proceso Constituyente.
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