y
sólo trago sombra”
Pablo
Neruda
(Defectos
escogidos)
Oscar A. Fernández O.
Al respecto del papel de los grandes
medios de comunicación en El Salvador, dos cuestiones son
objetivamente demostrables: uno, que han pasado de ser conductos de
información para convertirse en instrumentos de propaganda y
contra-propaganda del poder capitalista y dos, que su ideología es
claramente militante es decir, con un astuto pensamiento
neoconservador y fascista. Su ataque permanente al actual gobierno
del FMLN que trata de corregir las descomunales fallas heredadas de
la crisis capitalista, es la mejor prueba de ello.
La prohibición del debate
verdaderamente público de cuestiones relativas a la democratización
de las comunicaciones por los grandes grupos dominantes de los
medios, funciona como una censura disfrazada. Este es el “efecto
silenciador” que el discurso de los grandes medios provoca
exactamente en relación a la libertad de expresión que simulan
defender.
Su estrategia
ideológico-propagandista hoy reforzada con los adelantos
tecnológicos de la llamada mass
media, sostiene un
discurso de justificación de la concentración de la riqueza,
claramente a favor de la clase dominante a la cual pertenecen sus
dueños y accionistas mayoritarios. Con la misma intensidad con que
satura la opinión de los salvadoreños acerca de un pretendido
fracaso en las políticas sociales recientemente impulsadas (por
primera vez en la historia) y clama por la consolidación del poderío
del mercado, arremete contra cualquier manifestación de cambio,
incluso progresista.
Desde la firma de los acuerdos de
paz que propician la participación política legal del FMLN, la gran
empresa de los medios escritos, radiados y televisivos ha mostrado
una marcada tendencia a desacreditar la acción propositiva del
gobierno actual, ligándole a la violencia, a la desestabilización
nacional y hoy, al fracaso de un devastado modelo económico. La
tendencia a distorsionar la realidad obedece a una estrategia
política del poder económico, elaborada por los costosos equipos de
mercadotecnia política
de ARENA, en
asociación con los llamados “expertos” en guerra sucia,
intoxicadores, rumorólogos (sic!) y toda suerte de “plumas
fáciles” que se ofrecen al mejor postor. Los grandes medios de
comunicación de la oligarquía, utilizan para esto la información
desfigurada, la falsa información o la información con una clara
tendencia conspirativa.
En este contexto,
es oportuna y apropiada la lectura de “La ironía de la Libertad de
Expresión”, revelador libro escrito por Owen Fiss, uno de los más
importantes y reconocidos especialistas en la “Primera Enmienda”
de los Estados Unidos. (Lima: 2010)
Fiss introduce el
concepto de “efecto silenciador” cuando discute que, al contrario
de lo que pregonan la gran prensa capitalista, el Estado no es un
enemigo natural de la libertad. El Estado puede ser una fuente de
libertad, por ejemplo, cuando promueve “la robustez del debate
público en circunstancias en las que los poderes fuera del Estado
están inhibiendo el discurso. Puede tener que asignar recursos
públicos - distribuir megáfonos, conceder frecuencias de radio, TV
– para aquellos cuyas voces no serían escuchadas en la plaza
pública de otra manera. Puede incluso tener que silenciar las voces
de algunos para que se oigan las voces de los otros. Algunas veces no
hay otra forma” (Lima, V.: 2010)
Fiss usa como
ejemplo los discursos de incitación al odio, los discursos de miedo,
la pornografía y los gastos ilimitados en las campañas electorales.
Las víctimas del odio tienen su autoestima destrozada; la mayoría
de las personas viven con temor, las mujeres se transforman en
objetos sexuales y los “menos poderosos” quedan en
desventaja en la arena política.
En todos esos
casos, “el efecto silenciador viene del propio discurso”, esto
es, “la representación que amenaza el discurso no es el Estado.
Corresponde, por tanto, al Estado promover y garantizar el debate
abierto e integral y asegurar que el público oiga a todos los que
debería oír, o más aún, garantice la democracia exigiendo “que
el discurso de los poderosos no entierre o comprometa el discurso de
los no poderosos”. (Fiss: 2005)
Específicamente
en el caso de la libertad de expresión, existen situaciones en las
que la “medicina” liberal clásica de más discursos, al
contrario que la regulación del Estado, simplemente no funciona. Los
que supuestamente podrían responder al discurso dominante no tienen
acceso a las formas de hacerlo.
La campaña de mentira e
intoxicación propagandística que mantienen los grandes medios
contra el gobierno del FMLN, consiste en presentar un panorama
ficticio de la realidad social, económica y política, pretendiendo
efectos sicológicos y no materiales. Así, para lograr votos se
presenta una realidad engañosa, propagandizando hechos deformados y
culpando a la izquierda de una “caótica” situación económica
y social.
La libertad de
expresión tiene como fin asegurar un debate público democrático en
donde todas las voces sean oídas.
Al
usar como estrategia de oposición política la repetición de la
amenaza constante de volver a la censura y de que corre riesgo la
libertad de expresión, los grandes grupos de los medios transforman
la libertad de expresión en un fin en sí mismo.
Como verdaderos agentes del libre
mercado, los grandes
medios están creando valores y normas que aumentan y alimentan
falsas expectativas de un modo irreal especialmente en los pobres y
marginados, contribuyendo a la frustración de millones y por
consiguiente a la agresión y a la violencia que pueden derivarse de
ello. Desigualdad, marginación y frustración, son elementos
constitutivos de la violencia.
Cuando los medios condenan la
violencia, lo hacen selectivamente. No se condenan todas las formas
de violencia ni todas las conductas violentas. Los grandes medios
adoptan un enfoque negativo y punitivo frente a otros problemas
sociales y a todas las formas de protesta social. Son partidarios de
la pena de muerte, de los castigos corporales, del disciplinamiento
social y las “manos súper duras”. En general, expresan su
ideología fascista; se oponen a un derecho penal civilizado,
evidencian opiniones racistas y se muestran contrarios a una sociedad
de iguales.
La situación actual, reforzada por
la gran empresa de medios de comunicación, se caracteriza por un
extraño hiato: se exige la “calidad” académica supeditada al
mercado, se proclama la “organización racional” de las empresas
y la “austeridad” del Estado, pero de lado del consumo, se
explota la irracionalidad e irreflexión del “consumidor”.
La mentira y la propaganda negra de
los medios, están al servicio de la destrucción de cualquiera que
se oponga a su ideología ultra-conservadora. El problema moral de
esta actitud es que una mentira es mucho menos tolerable cuando se le
emplea para un fin peor.
Nos encontramos ante un nuevo reto,
buscar el método para que los ciudadanos hagan valer su derecho a la
información mediante un Estado al que debemos exigir que cumpla con
su obligación de garantizarlo. A ese Estado los ciudadanos debemos
darle poder y el Estado a los ciudadanos, darles control. Esa es la
verdadera libertad de prensa en una democracia.