“El conflicto es universal... la justicia es una lucha”
Heráclito.
Óscar A. Fernández
O.
Cuando Theodor Herzl, fundador del
sionismo se refería a “un
pueblo sin tierra que busca una tierra sin pueblo”
le importaba un bledo la existencia de una población árabe en
Palestina y su evolución como nación. El establecimiento del Estado
sionista israelí se convirtió en la compensación al Holocausto,
pero se ha dedicado a promover la guerra contra sus vecinos y
continúa sojuzgando y asesinando al pueblo palestino bajo el
pretexto del terrorismo.
Hace más de medio
siglo la recién conformada ONU, encabezada por las potencias aliadas
que vencieron al eje Berlín –Roma –Tokio, acordaron entregarles
la mitad del territorio de Palestina a los israelíes para que
fundasen su propio Estado. Aceptable o no esa decisión, (sobre todo
por el exceso de poder mostrado por la ONU al quitar territorio a un
pueblo que nada tuvo que ver con la guerra) es comprensible que se
quisiera resarcir un poco a otra nación que recién había sido
masacrada en Europa. No obstante, en muchas personas persiste la duda
de si esa y no otras, fueron las razones para ubicar a un Estado
sionista pro imperialista, en tan importante y controversial punto
geopolítico.
Como sea, hoy es fallo
es aceptado por el mundo y validado por el esfuerzo del pueblo hebreo
que ha sabido construir su país y del pueblo palestino que
legítimamente exige se le reconozca como Estado soberano, para vivir
en paz con Israel.
De tal manera, que la
escalada del conflicto solo tiene una explicación: la estrategia
expansionista violenta de la extrema derecha sionista, fielmente
representada en uno de sus más fieros halcones,
Benjamín Netanyahu. Por tanto, las reacciones de fuerza de los
grupos armados palestinos, que varios califican de terroristas y
fanáticos, tienen un detonador: el expansionismo, la brutalidad y la
exclusión practicada por Israel contra ese pueblo.
Pero a propósito de
fanatismos, ¿cómo debe entenderse el que los israelitas se auto
denominen “el pueblo de Dios”? ni más ni menos. La diferencia
es, que el terrorismo de tanques y modernos aviones bombarderos, ha
sido aplaudido, estimulado, legalizado y hasta financiado durante
mucho tiempo por algunos paladines
de la democracia occidental y exacerbada
por el favoritismo de la prensa pro imperialista.
La conveniente palabra “terrorista”,
puesta de moda por el discurso de los halcones imperialistas, está
siendo utilizada en la mayoría de casos para atacar la respuesta
justificada de los pueblos y su legítimo derecho a defenderse de las
agresiones extranjeras. Esta es por hoy, una pequeña victoria para
los campeones del “bien” y el “orden”, en cuyas filas de
ningún modo resulta desconocido el uso del terror.
Israel ha mantenido
una actitud sistemática y permanente de ocupación y desalojo contra
Palestina sin importarle las reiteradas resoluciones de la ONU que
censuran su actitud: la 181 de 1947; la 194 de 1948; la 242 de 1967;
la 338 de 1973; la 3379 que especialmente condena y asocia el
sionismo con el racismo y con el apartheid sudafricano, en
particular; la 446 que declara ilegales los asentamientos judíos en
territorio ocupado; la 478, que declara ilegal la apropiación de
Jerusalén por parte de Israel; la 497 que declara ilegal la anexión
a Israel de los Altos del Golán; la 3236, que declara que los
palestinos tienen el derecho de recuperar sus hogares y pide el
retorno de éstos; la 1322, que condena el uso excesivo de la fuerza
de Israel contra el pueblo palestino.
La Corte
Internacional de Justicia,
en una opinión consultiva
no vinculante (pero que, como todas las resoluciones de la CIJ,
es jurisprudencia
internacional)
acerca de Namibia,
21 de junio de 1971, interpretó que, conforme a los artículos 24:2
y 25 de la Carta, el Consejo de Seguridad tiene poderes generales,
por lo que éste puede adoptar decisiones obligatorias al margen del
Capítulo VII de la Carta Internacional)
Sin embargo, agitando
la bandera de que las resoluciones no son vinculantes, los sionistas
y sus poderosos aliados, han reducido ya a la otrora gran nación
árabe, cuna de las tres religiones monoteístas más grandes del
mundo, a un pequeño y empobrecido territorio casi invisible en el
mapamundi (Gaza y Cisjordania) cercado y vigilado por el brutal
ejército israelita, el cuarto más poderoso del mundo.
Las demarcaciones
políticas y territoriales que pretende establecer Netanyahu,
representan los intereses exclusivos de la elite sionista y no la
realidad sociológica del pueblo de Israel. La esencia del conflicto
en el medio oriente se nos antoja cada vez más claro, contrariamente
a lo que otros aseguran, aduciendo una vieja rivalidad de naciones.
Para des escalarlo hay que hacer dos cosas de inmediato, parar la
carnicería, terminar el expansionismo y devolver las tierras
ilegalmente ocupadas, reconociendo y legitimando el derecho del
pueblo palestino a su propio Estado libre y soberano. Solo así
podremos parar esa sangrienta matanza que realizan los sionistas,
para lograr su expansión y dominio de todo este estratégico
territorio.
Por su parte, los
países poderosos que lideran el mundo occidental, deben abandonar la
indiferencia, la diplomacia ambivalente y la doble moral que les ha
caracterizado frente a la a actitud prepotente del expansionismo
sionista. Debe retornarse a la renuncia de la fuerza y la violencia.
Entendiendo que las acciones diplomáticas no son la antesala de las
intervenciones armadas o un simple mecanismo para enfriar
conflictos calientes, ni deben ser sustituidas por métodos engañosos
y coercitivos. Tales prácticas sólo evidencian la incapacidad y
desprecio de los sistemas pacíficos para resolver las causas del
conflicto.
Sin duda, ambos
pueblos están capacitados para resolver el problema, pero también
necesitan y demandan urgentemente el concurso de las naciones
civilizadas y democráticas del mundo, las cuales debemos hacernos
presentes sin ataduras ni compromisos previos y sin más interés que
el del desarrollo libre y pacífico de las naciones. Construyamos un
siglo XXI para la humanidad y la paz; no permitamos más
imperialismos ni crímenes de odio y apartheid.
¿Hasta cuándo los palestinos y demás
pueblos árabes continuarán pagando por un crimen que se cometió en
los campos de concentración de la Alemania nazi hace más de ochenta
años? ¿Por qué los pueblos y estados civilizados del mundo somos
incapaces de detener esta matanza de inocentes, bajo el pretexto de
un terrorismo que en realidad se práctica por el Estado Sionista, el
cual posee más de doscientas bombas atómicas y se pasa las
resoluciones de la ONU, por su arco del triunfo?
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