La
democracia ha surgido de la idea de
que
sí los hombres son iguales en cualquier respecto, lo son en todos.
Aristóteles
Oscar
A. Fernández O.
la libertad y la participación ciudadana, es insostenible
al margen de una lucha contra el despotismo del capital. Más
democracia involucra, necesariamente, menos capitalismo (Borón:
2004) El neoliberalismo remata en una concepción y una práctica
profundamente autoritaria en la gestión de la cosa pública. Por eso
la disyuntiva neoliberal no es entre estado y mercado, sino entre
democracia y mercad. Sus representantes no vacilan en sacrificar la
primera en aras del segundo. El predominio de facto de los intereses
de las clases dominantes, derrotadas en la arena electoral pero
activas en la conspiración para recobrar el aparato estatal, en el
cual han perdido mucho terreno aquí en El Salvador y otros países
de Latinoamérica, intenta quebrar las expectativas de justicia que
grandes sectores sociales han depositado en el naciente proceso de
cambios para radicalizar la democracia y desmontar el modelo de
dominación tradicional. Las ominosas secuelas de esto aún se
sienten en carne abierta; en el peor de los “pecados mortales”:
la desigualdad brutal que aún nos aflige y provoca la mayoría de
conflictos sociales hoy desbordados.
Dentro de la era de la globalización capitalista, la
interdependencia económica, la ampliación del “libre mercado” y
los nuevos valores y patrones del “orden” mundial, parece normal
concebir al Estado y al gobierno sin ningún peso frente a la acción
de los poderosos actores privados, los cuales han adquirido de manera
exponencial, un peso desproporcionado en los últimos diez años.
Aquél ser humano que se definiera como el “animal político” es
hoy el “animal económico”, al mismo tiempo que toda cuestión
política es vista como técnica. El aplastante peso del mercado
global aparentemente marca el fin de las ideologías, donde un
liberalismo “remozado” y su concepto de sociedad civil, trajeron
el “fin de la historia” o como dicen algunos teóricos y
políticos indefinibles: el más allá de izquierdas y derechas.
Todo un sonsonete en la política actual.
Muchos países se autodenominan democráticos. Es común que las
personas entiendan la democracia desde una perspectiva ficticia, no
real. Esto es generalmente así, por que los poderes de facto y sus
gigantescas maquinarias de propaganda se encargan de martillar sobre
nuestras cabezas, todos los días, que democracia es lo que ellos
dicen que es. Por lo tanto, los pueblos viven aferrados a mitos,
creyendo en situaciones que no son realidad.
La mayoría de las sociedades contemporáneas hacen gala de
gobernarse por los ideales y principios de la democracia. Pero muy
distinta es la realidad, pues no es fácil comprender esta forma de
vida social y mucho menos practicarla.
Algunos pensadores caracterizaron al mundo
occidental moderno de manera mistificadora como el reino de la
libertad y la democracia. Incluso llegaron a afirmar que en eso se
distinguía la época moderna del antiguo régimen. Políticos que
gobiernan las más importantes sociedades occidentales en el presente
siglo, todavía promueven opresiones, tiranías y guerras en nombre
de tales valores. Sus propagandistas afirman que en estas últimas
décadas se asiste al triunfo definitivo de la Democracia y del libre
mercado que la sustenta, llegando así, al “Fin de la Historia, de
la Ideologías y de las Utopías”
El enfoque materialista histórico, marxista, a diferencia de
los enfoques liberales (el subjetivista y el economicista) es
profundamente distinto. A diferencia de los otros dos, su punto de
partida no es “el punto de vista del actor”, sino de los procesos
sociales de reproducción y transformación. Lo
cierto es que el mundo occidentalizado tiene la peculiaridad de ser
atravesado por dos tendencias opuestas, que se combaten: la
del capitalismo y la de la democracia participativa.
De la lógica de la oligarquía capitalista viene la racionalidad
dominadora (de lo económico enajenado), la explotación (del hombre
y de la naturaleza) así como la re-funcionalización de viejas
opresiones, con su secuela de desigualdades e injusticias; como es su
tendencia a la sociedad de desiguales.
De la tendencia de la democracia participativa
y autonómica, emancipadora y libertaria, viene el pensamiento
crítico ilustrado y los diversos movimientos populares que han
derribado monarquías y oligarquías, independizado países,
conquistado derechos y libertades individuales y colectivas, sociales
y políticas; esa es su lógica civilizadora. (Lund:
2008)
La materialización cabal de la democracia participativa es el
proceso de consolidar todo el poder para el pueblo. La forja del
poder popular ha venido ocurriendo de arriba hacia abajo, por la
acción revolucionaria de una lucha que cuenta con miles de los
mejores hijos e hijas de la patria que dieron su vida por ella, pero
esto no ha sido suficiente hasta hoy, no obstante haber construido un
gobierno progresista que por primera vez ha arrancado parte del poder
a la oligarquía, en la historia de esta pequeña nación
centroamericana. Sin embargo, en el sistema político actual, aún
existen trabas y usurpaciones de los poderes tradicionales que a
sangre y fuego han impedido la concreción de una sociedad
equitativa, independiente y soberana. Por ello, para el logro de un
El Salvador, justo, humano y civilizado debemos destruir los poderes
fácticos y construir el poder popular.