martes, 23 de julio de 2013
LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA Y LOS NUEVOS TIEMPOS
Oscar A. Fernández O.
Hoy en
día, nos resulta difícil a las izquierdas conformar una visión
diáfana de la histórica lucha de clases, aunque ésta no haya
desaparecido como atributo de la explotación; muchas izquierdas han
perdido la indefectibilidad del socialismo y se nos plantea muy
compleja y nebulosa la lucha contra la nueva y excluyente
sobre-imposición del mercado, entre otros problemas. Sin embargo, la
izquierda está en condiciones de crecer y ganar, atrayendo hacia
nuestros planteamientos al espontáneo movimiento social progresista
emergente, impregnándolo de forma y contenido políticos. Obreros,
campesinos, agricultores, empresarios medios y pequeños,
desempleados, estudiantes, movimientos por la igualdad de derechos,
como la comunidad homosexual, las feministas, comunidades pobres y
excluidas en su lucha diaria por una vida digna, movimientos
ambientalistas, entre otros, nos muestran a diario una ferviente
lucha emancipadora.
La
izquierda requiere profundizar en su teoría y en el análisis de la
realidad para proponer y realizar los cambios históricos necesarios,
integrando en ello a estas nuevas formas de solidaridad y lucha, que
actúan dispersas. No se trata de implantar nuestra hegemonía
política e ideológica, sino orientarlos en un pensamiento que
sintonice su carácter independiente de lucha, con proyectos
transformadores a escala local y nacional.
Es la dialéctica de lo
general y de lo particular, de lo abstracto y de lo concreto, que
incluye un momento analítico de las luchas que nos descubre las
realidades nacionales, políticas, culturales, inscritas en ellas,
con sus fracciones de clase en cambio permanente, etc. También
incluye a la vez un momento sintético que nos descubre las
identidades de fondo de todas esas luchas, mostrándonos sus
relaciones internas y enseñándonos las lecciones que se extraen de
ellas.
La relación entre la
estrategia y la táctica políticas ha sido siempre un problema que
ha generado debates en la izquierda a través de la historia. Sin
embargo, la historia misma ha demostrado que los movimientos
políticos de izquierda exitosos como el nuestro, han logrado
percibir los momentos tácticos en su relación dialéctica con el
objetivo estratégico (sin nunca perderlo de vista); han tenido
presente siempre la categoría de totalidad, a la hora de analizar
las tareas políticas inmediatas; han distinguido, más allá de los
fenómenos superficiales del momento, los aspectos generales de
tendencia de una época, y se han preocupado en todos los casos por
incentivar la iniciativa política directa del campo popular como
motor de transformación revolucionaria.
En la práctica, sin
embargo, muchos movimientos políticos se pierden en las tareas del
día a día, caen en la rutina, tienden a desligarse de los
movimientos sociales, y poco a poco se dejan arrastrar por el
chantaje institucional.
Hoy día suele hacerse la
diferencia entre izquierdas políticas e izquierdas sociales. Hay,
sin dudas, un cierto retraso de las primeras en relación a las
segundas. Para decirlo de otro modo: los planteos políticos de
fuerzas partidarias a veces han quedado cortos en relación a la
dinámica que van adquiriendo movimientos sociales. Muchas veces las
reacciones, protestas, o simplemente la modalidad que, en forma
espontánea, han tomado las mayorías, no siempre se ven
correspondidas por proyectos políticos articulados provenientes de
las organizaciones de izquierda. Con variaciones, con tiempos
distintos, pero sin dudas como efecto generalizado apreciable en toda
Latinoamérica, hay un desfase entre masas y vanguardias. Lo cierto
es que desde hace algunos años la reacción de distintos movimientos
sociales ha abierto frentes contra el neoliberalismo rampante que se
extiende sin límites por toda la región. (Rebelión: 2011)
El
aggiornamento
ideológico, que implica una evolución cultural como se asegura
sociológicamente, empieza por razonar que la cultura es parte
inherente del proceso vital de la sociedad, por lo que no se puede
ver como asunto aparte. También, las izquierdas debemos entender que
las ideologías no son procesos acabados y por lo tanto hemos de
permitir el libre flujo de ideas. Así mismo, entender que el futuro
no se puede planificar de manera absoluta y tajante, pues los
problemas sociales no están estructurados y tienen su propia
dinámica causal, interrelacionándose e influyéndose en un contexto
determinado que a su vez es mutable. Debemos abrirnos totalmente, sin
elitismos, a todo lo que viene de las masas, en su mayoría
marginadas de las decisiones y beneficios del sistema imperante.
Nuestra
idea central es cambiar el fundamento de progreso, para diferenciarlo
del capitalismo, anteponiendo la igualdad y la justicia para que
todos y todas podamos gozar de los réditos, rescatando al planeta de
la voracidad sin límites del imperio monopólico. La
izquierda revolucionaria tiene como desafíos plantearse estrategias
capaces de construir auténticas alternativas de poder y recuperar la
movilización de masas en decadencia. Esto pasa por reconocer, más
allá de los triunfalismos, algo que ya hoy es evidente: el reflujo
de la movilización social y el envalentonamiento de la derecha y el
imperialismo.
En este contexto, la
teoría crítica de Marx, vuelve a ser el centro de las controversias
teóricas en el mundo actual, referente revolucionario, fundamento
filosófico y epistémico de nuestros nuevos proyectos
anticapitalistas, nacionales y planetarios. Esto nada tiene que ver
con resabios dogmáticos, ni resacas ideologistas, es
más bien, el movimiento creciente de toma de conciencia de la
necesidad de la revolución, por parte de amplias masas de
proletarios y pueblos del orbe como la única vía para enfrentar y
vencer la barbarie capitalista.
Pero creer
emocionalmente, que las izquierdas están renaciendo con fuerza
imparable, además de erróneo, puede ser irresponsable. Si el
"progresismo" actual puede llevar a plantear un
"capitalismo humano", eso no es más que un camino muerto,
o sumamente peligroso, incluso para las grandes mayorías populares.
Pero creer que todo está perdido, es más irresponsable aún. En ese
sentido, entonces, la utopía de un mundo nuevo no ha muerto porque
ni siquiera ha terminado de nacer (Colussi: 2012)
No podremos conseguirlo
todo de golpe, pero sí podemos montar una infraestructura realmente
democrática que posibilite el cambio social. De esto se trata
fundamentalmente, de romper el dique para que el agua fluya por fin.
No se romperá solo, no lo romperán quienes lo necesitan para
perpetuar su dominio, lo deberemos romper los pueblos. No se romperá
desde arriba, sólo podrá romperse desde abajo.
Sería
ilusorio pensar que la tarea de las izquierdas hoy, debe limitarse
simplemente al poder de convocatoria en campañas electorales y el
logro de victorias que luego no se traduzcan en posibilidades
reales de transformación significativa de las estructuras
socioeconómicas hasta ahora imperantes. Uno de las cuestiones
cruciales que puede diferenciar sustancialmente a las izquierdas en
el poder, es el de las movilizaciones populares a favor de la
radicalización de los procesos políticos.
La oligarquía y el
neocolonialismo, hoy levantan la bandera de la democracia, una
democracia que es excluyente, pues tiene a la base la
“gobernabilidad” del mercado, por lo que, amplios sectores
nacionales empiezan a reaccionar contra este modelo que se intenta
consolidar.
Repensar
y radicalizar la democracia son las tareas más inmediatas que debe
asumir la izquierda. Sin embargo, no se debe perder de vista que esta
lucha democrática tiene un doble carácter, uno burgués, si solo se
trata de defender la Constitución liberal, y un carácter
proletario, si caminamos en pos de construir una democracia popular,
que no es posible sin cambios económico-sociales radicales y, por
consiguiente, si la lucha democrática no adquiere un contenido de
soberanía, autodeterminación, anti oligárquico y anti
imperialista.
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